Ha muerto Lise London (15 de febrero de 1916-31 de marzo de
2012), militante comunista desde los 15 años, miembro de las Brigadas
Internacionales y de la Resistencia francesa, cautiva en el campo de
concentración de Ravensbrück, mujer de Artur London (1915-1986), también
militante comunista desde los 15 años, miembro de las Brigadas Internacionales
y de la Resistencia francesa, cautivo en el campo de concentración de
Mauthausen, y condenado a cadena perpetua en Checoslovaquia en el Proceso de
Praga de 1952, acusado de "conspiración contra el Estado" .
Los padres de Elisabeth Ricoll eran aragoneses, él de Las
Cuevas de Cañart y ella de Dos Torres de Mercader, dos pueblecitos
pertenecientes al término municipal de Castellote (Teruel). El padre había
emigrado a Francia a los dieciséis años, en 1900, para trabajar. Tras unos años
trabajando en canteras de piedra y en minas de carbón, a los 25 años cayó
enfermo de silicosis. Cuando su salud se agravó, la familia tuvo que recurrir a
todo tipo de expedientes, desde la venta ambulante de frutas y verduras, a la
de helados, castañas asadas, cacahuetes... Las difíciles condiciones de vida forjaron
el carácter de la pequeña Elisa, que comenzó a militar en las Juventudes
Comunistas a los quince años, y con apenas dieciocho fue enviada por el partido
comunista francés a trabajar de secretaria para el Komintern a Moscú, donde
conocería a Artur London, el gran amor de su vida. Con 20 años, en 1936 viajó a
España a trabajar en la sede de las Brigadas Internacionales, en Albacete. Tras
la derrota de la República, ayudó en Francia a rehacer sus vidas a los
exiliados españoles. Es el último capítulo de Roja primavera, el primer volumen de La madeja del tiempo, la obra en que se propuso narrar las
experiencias vividas por una generación que soñó con cambiar el mundo y, sin
embargo, tuvo que atravesar los infiernos nazi y estalinista. Con la ocupación
del país por las tropas hitlerianas, Lise se unió a la Resistencia hasta su
detención a raíz de un mitin en la calle Daguerre de París. Condenada a
trabajos forzados a perpetuidad y deportada a Ravensbrück, sufrirá tras la
liberación la angustia de ver a Artur London detenido y condenado por traidor
en su propio país, Checoslovaquia, por los miembros de su propio partido, en
uno de los muchos procesos estalinistas iniciados contra aquellos
"voluntarios de libertad" que años atrás habían acudido en apoyo de la
república española, episodios que relatará en Memoria de la Resistencia, el segundo volumen de La madeja del tiempo.
Tras la muerte del dictador, volvía al país de sus padres,
siempre que era reclamada para participar en un acto de homenaje a los voluntarios
de la libertad o participar en la presentación de sus libros o los de Artur
London. En noviembre de 1996 estuvo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid,
donde presentamos Roja primavera con
el historiador Antonio Elorza, que había estado al cargo de la primera edición
en España de La Confesión. Estuvo en Madrid,
Vitoria y Zaragoza en febrero de 2001 presentando Memoria de la Resistencia. Ya tenía 85 años, pero el miércoles 21
de febrero estuvo en el Instituto Francés de Madrid, donde, además, se presentó
una nueva edición de La Confesión,
publicada por Ikusager, y se proyectó, por primera vez en España, una copia
completa de L'Espoir, de André
Malraux, acompañada del cortometraje de Raymond Depardon y Roger Ikhlef, que
ella misma había traído; al día siguiente, jueves 22 de febrero, estuvo
presentando el libro en Vitoria, y ya de noche salimos de viaje rumbo a
Zaragoza, a donde llegamos pasadas las tres de la mañana. Ello no fue óbice
para que al día siguiente mantuviera un cálido coloquio con los alumnos del IES
Ramón y Cajal por la mañana y por la tarde un multitudinario encuentro
presentado por Carlos Forcadell.
Higinio Polo recordaba la presencia de Lise el 5 de julio de
2003 en un acto con motivo del 65 aniversario de la Batalla del Ebro:
descubrí que allí estaba Lise London, con un vestido
negro, y sonreía, envuelta en la madeja del tiempo, en la misma roja primavera que dio título a sus
memorias: Lise esperaba para dirigir la palabra a los congregados, sabiendo que
no estábamos haciendo un gesto de nostalgia, sino de apuesta por el futuro.
Lise London, voluntaria ella misma con las Brigadas Internacionales cuando era
una muchachita, hablaba ahora: queridos amigos, queridos camaradas, dice, y
habla con fuerza y con pasión, como si no tuviera 86 años. Cita a su marido,
Artur London, y recuerda que él estuvo en el campo de Mauthausen, como tantos
miles de republicanos españoles, la mayoría de los cuales morirían allí,
víctimas del nazismo.
Seguro que los recuerdos se le agolpaban en la memoria: Lise London, que sigue
siendo comunista, citaba a su marido, que fue perseguido por el estalinismo y
que, sin embargo, siguió manteniendo su militancia comunista hasta el fin de
sus días. La propia Lise London, nos ha dejado escrita en sus memorias, que
todos los jóvenes deberían leer, la razón de su prolongado esfuerzo por
conseguir la libertad y la dignidad humana: "En La confesión, Gérard (Artur London) había descrito las facetas más
sombrías de la historia del comunismo en el siglo XX. Pero también habíamos
pensado contar las otras, luminosas, que habían deslumbrado y arrastrado a
nuestra generación." Por eso las escribió, y por eso hablaba ahora Lise,
recordando a los voluntarios de las Brigadas Internacionales, insistiendo en la
necesidad de continuar con el esfuerzo colectivo por cambiar un sistema
miserable, por acabar con un capitalismo de gangrena que sigue pisoteando la
libertad y la razón y sembrando la muerte, como ahora mismo en Iraq o en
Afganistán.
Casi parecía mentira, Lise London hablando a los hombres de las Brigadas
Internacionales, defendiendo las mismas ideas que abrazó en su juventud:
mientras la oía, yo creía escuchar el eco persistente de la sonrisa de los
milicianos de 1936, las historias aún sin desvelar del éxodo y la derrota, el
canto de la Internacional y las
canciones anarquistas, creía escuchar las voces de la república, las notas
sencillas del himno de Riego que se derramaban desde un lugar oculto, porque
todos los que estábamos allí sabíamos, sabemos, que la digna república española
está en alguna parte y volverá. Con la misma fuerza de su juventud, con la
misma sonrisa con que la vemos en una fotografía de 1937, en un balcón de
Valencia, al salir del hospital, Lise London, estaba allí ahora, con un vestido
negro, como en los días de los partisanos franceses con los que compartió los
años oscuros del nazismo. Lise London hablaba, y los hombres de las Brigadas
Internacionales, los voluntarios de la libertad de la guerra de España,
asentían a sus palabras, sabiendo todo lo que resta por hacer. (LEER ARTÍCULO COMPLETO)
En
diciembre pasado, Jesús Rodríguez publicó en el suplemento dominical de El País La última brigadista, un largo artículo con fotografías de Lise,
entre ellas una de las últimas, con la que abrimos esta nota, de Sofía Moro.
Y
también el año pasado culminó la producción de El rojo de las cerezas, un
emotivo docu-ficción sobre Lise y Artur London.